jueves, 27 de noviembre de 2014

Lo grande de lo pequeño. Personas y personajes.



Madrid y los personajes de mi día a día. La importancia de los que creemos irrelevantes.


El Portero de nuestro piso: Juan. Hijo de portero, nieto de porteros... Le gusta fumar porros y ambientar el bloque con un penetrante olor a marihuana.  Es un buen tío, entrañable. Me gusta mi portero.

Los conductores del 147:  Se creen Niki Lauda bajando por Luchana y a veces tienen mucha "malafollá". Hay uno bajito, o eso parece porque siempre lo veo sentado, con pelo a lo  Anasagasti que siempre me espera cuando me ve en la otra acera de la calle y que me echa una sonrisilla mientras me da los buenos días. No se cómo se llama. Se lo tengo que preguntar.

El Portero de mi trabajo: Se llama Gonzalo, y desde que vi la película "Mientras duermes" que va de un portero psicópata, este hombre me da mucho miedo. Pero bueno, es extremeño y seguro que buena gente.

Mis compis de trabajo: Para las horas que echamos juntos, nos llevamos bastante bien. Nos reímos y compartimos hora de tupper y vamos juntos los jueves a echar la primitiva. Algunos de ellos son buenos amigos y los quiero y todo.

La señora de la limpieza de mi trabajo:  Mercedes se llama. Una señora guapísima. Hemos entablado una bonita amistad, ella me cuida a su manera y se preocupa por mí. La quiero mucho.

Los Funcionarios en general: Ya me conocen, y a veces reconozco, tengo un poco de enchufe y me han salvado el culete más de una vez.. Son amables, en especial los del Registro Mercantil. Frikis pero amables.

El Chino de abajo de casa simpático: Le compramos el pan, que debe ser radioactivo nuclear y seguro que brilla en la oscuridad. Nos llama amigos. Tampoco se como se llama.

El otro chino de abajo de casa, menos simpático: Le compramos hielos y los limones para los gintonics. Este sale ganando...

Los empleados del Supermercado " Rotterdam". Todos muy majos. El pescadero me pide caracoles en temporada, a mi me hace muy feliz. A veces se pelean entre ellos, a veces bromean y todos miran a las mozas erasmus que andan por la tienda... es como el mercado del barrio.

El vecino loco de los perros : Un señor muy gordo mayor que siempre va con sus perretes, y siempre refunfuña en voz alta. 

Nuestro médico de familia: Baldomero. ¡Madre mía qué tío más loco! Te da besos, te dice que te calles coño mientras te osculta. Dos minutos de consulta muy intensos. Parece un viejo rockero Malasañero  y que va a tope de Red Bull. No nos cambiamos de médico. ¡Nos mola nuestro Baldomero!

El cartero metalero:  Dice que le horroriza el uniforme naranja de Correos, no me extraña. Lleva su pelete largo y ese acento inconfundible de Vallecas. Más majete,.. siempre se despide con un : ¡Gracias, tía¡.

Los camareros del Sidi; Bar de toda la vida. Reúne al frikismo del barrio. Allí estamos en la gloria. Nos ponen tapillas y a veces, nos invitan a la penúltima...


Pues así muchos personajes más que me cruzo a diario a los que quiero agradecer su fugaz y cotidiana compañía  haciendo mi vida más fácil y familiar y que poco a poco, van convirtiendo Madrid en mi pequeño universo rural...




lunes, 3 de noviembre de 2014

A CANÇÂO MAIS TRISTE DO MUNDO

No Iba buscando nada triste, nunca lo busco, todo lo contrario. Siempre he tratado de huir de la pena, de todo lo oscuro  e intento compensarlo con la búsqueda de placer en todo lo que vivo. Pero la vida te inunda de paradojas y  siempre viajo a una misma ciudad, a la vieja Lisboa, luminosa, anárquica y decadente, quizá como mi alma a medio construir.
Lisboa, es la ciudad donde vamos los que buscamos el mar, la luz, la vuelta a lo real, los costumbristas crónicos y  universales,  los que huimos del ruido, los que hallamos hogar en sus platos con sabor a océano y los que sin saberlo, necesitamos reconciliarnos con algo, quizá con nuestra saudade, esa que pasamos la vida intentando evitar…

Así, en una de estas, llegué a una tasca de la Alfama una noche de domingo y entre ginjas y quesos, la luz se volvió tenue mientras empezaron a afinar las guitarras y los camareros se apresuraban a servir las mesas antes de que Carolina, bajo la mirada profunda de Amália Rodrígues, rompiera el silencio con su voz quebrada, tan bella y joven y con todo el peso de la nostalgia portuguesa en su mirada. En  el movimiento de sus manos dejaba escapar al mundo todo el dolor y la rabia por lo perdido en las cantinas entre los marineros y los vecinos de la  Mouraria. Con una emoción incontenida y a punto de atragantarme con un trozo de carnaza,  dejé la comida a un lado y decidí abandonarme a las copas de vino y escuchar fados hasta que nos echaran, ya de madrugada…

Del fado es misterioso todo, hasta su origen, o morisco o proveniente de las colonias brasileñas incluso persas, no está claro, pero fue en el siglo XIX cuando se instituiría en los marginales  corazones de las mujeres  y de los marineros que buscaban consuelo en los brazos ajenos y en los acordes de las guitarras portuguesas o cítaras.

El Fado, se pierde en categorías a la vez que se hace rico y universal, (Fado menor, Fado Castiço, Fado  Vadio o Vagabundo, aristócrata, corrido o pintadinho… ) Un mundo de voces, rituales, acordes y letras tan exquisitas como el legado sentimental del país luso.  Aristócratas, prostitutas, marineros, comerciantes….deciden sucumbir al devenir, al Fatum (destino) como el que sucumbe a una muerte dulce de vino de Oporto y se adentra lentamente en el mar.





O Fado nasceu um dia,
quando o vento mal bulia
e o céu o mar prolongava,
na amurada dum veleiro,
no peito dum marinheiro
que, estando triste, cantava,
que, estando triste, cantava.







Yo, que siempre busco lo luminoso, lo alegre de la vida, llegué por casualidad a esta cantina de la Alfama, un domingo de otoño y allí me atrapó el fado y ha abierto una ventana emocional sin retorno. 
Iba buscando la luz de Lisboa, las postales desde sus miradores de azules losetas  y al encontrar la canción más triste del mundo, sin yo buscarla, sino todo lo contrario,  no pude sentir más alegría.